martes, 24 de noviembre de 2009

Carta de un lector a mi artículo de Labernito

Manuel Aguado Chávez to pakoxxx@gmail.com ///22 Nov

Señor Puente:
En su muy buen artículo "Cuando andaba huyendo el rey de Azcapotzalco" hay un error, dice:
donde el autor refleja un basto conocimiento… (basto: grosero, tosco, sin pulimento)
debiera decir:
donde el autor refleja un vasto conocimiento… (vasto: dilatado, muy extendido o muy grande)
Pecata minuta.
En la primaria, allá por los cuarenta del siglo pasado, nos contó el maestro que cuando Nezahualcóyotl huía, una mujer lo escondió en su casa, El rey texcocano la vio tomar más de cuatro vasos (¿jarros, xomas?) de pulque y la acusó por incumplir la ley. Después de tantos años, no recuerdo si nos dijo con quién la acusó; ahora ni siquiera sé si es cierta la historia, que tenía el objeto de hacernos entender que siempre había que cumplir la ley.
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Me encantó, por eso les comparto mi correspondencia.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Cuando andaba huyendo del rey de Azcapotzalco — Francisco Puente

Texto tomado del suplemento Laberinto de Milenio http://impreso.milenio.com/node/8676778

De culto: Nezahualcóyotl

Cuando andaba huyendo del rey de Azcapotzalco

2009-11-21•Antesala.

Uno de los géneros literarios de la lengua náhuatl, son los cuícatl, cantos que, como dijo Ayocuan Cuetzpaltzin, “del interior del cielo vienen”; en ellos aflora la poesía concebida como occidente la conoce, son inspiración, ritmo, metro, forma, figura, sentimiento y, por qué no, también magia. Los cuícatl forman un universo completo donde diversos tipos de cantos convergen bajo una misma denominación. Dentro de éste podemos encontrar los xopancuícatl, cantos del tiempo de verdor; los xochicuícatl, cantos floridos y de amistad; los yaocuícatl,
cantos bélicos; y los icnocuícatl, poemas de honda reflexión. Estos últimos son composiciones donde el autor refleja un basto conocimiento del mundo que lo rodea y, sobre todo, de la naturaleza propia del hombre; son, por este respecto, un tanto cercanos a la concepción occidental de filosofía. Los temas que abordan estos cuícatl son la divinidad, el más allá, el tránsito del hombre en este mundo, y la muerte como límite al que se llega inexorablemente; siempre desde una perspectiva alejada, un tanto angustiada y muy razonada.

En De Nezahualcoyotzin cuando andaba huyendo del rey de Azcapotzalco (cabe destacar que el título del texto fue copiado por la misma mano que escribió el poema), no se hace alabanza de la habilidad para esconderse, de asechar o de las pericias de Nezahualcóyotl para escapar del rey de Azcapotzalco; sino que centra su atención en la sensación de ser una especie de desterrado, de su reino y de la propia vida. Haciendo una analogía rápida con la poesía occidental, éste icnocuícatl podría compararse con los afanes de fatalidad del romanticismo. En el canto, Nezahualcóyotl trasciende los tópicos comunes de la poesía náhuatl, y no su propia vida: cuando habla de él en realidad está hablando de todo el género humano. Bien puede ser que en el canto se vislumbre su preocupación por la realidad y la vida práctica, sin embargo también son un diálogo con el mundo que lo rodeaba sobre qué es la poesía. En otras palabras: se puede tener mucha experiencia erótica, vivir un amor apasionado y padecer muchos problemas con los casi ciento veinte hijos que se le atribuyen, sin que eso jamás pudiera volverse poema, o al menos algo poetizable. El poeta prehispánico se hace grande al tratar todos estos temas tocado por la musa poética. En general el canto donde el personaje lírico tiene un sino de fatalidad desde el inicio, se podría resumir en: 1) Todo es mejor antes que estar vivo, pero como ya se está vivo, ni modo hay que lamentarse. 2) Vivir entre hombres y en este mundo tan “cruel” es lo que mantiene en vilo al espíritu, que prefería mil veces el estado anterior. 3) Cuando todo está perdido, la poesía (fantasía, magia, etcétera) aparece como redentora. Y 4) Conclusión filosófica: Todo es efímero excepto dios, todo lo que sea cercano a dios perdurará. Dios podría ser el símil de la poesía como redención. «O nen notlacatl. Ayahue/ o nen nonquizaco/ teotl ichan in tlalticpac/ Ninotolinia. Ohuaya. Ohuaya». [En vano nací,/ en vano salí de la casa del dios a la tierra:/ ¡soy un desdichado!]

Francisco Puente • pakonet1@gmail.com

sábado, 7 de noviembre de 2009

Anacando el idioma — Francisco Puente*

*Texto publicado en El Finanaciero el 02/11/09


Fija pule y da esplendor es el lema de la Real Academia de la Lengua. Con fija se entiende que las palabras se “congelan”, para que no entren “oficialmente” a la lengua vocablos que morirán tan pronto como surgieron: expresiones generacionales y cualquier cosa que atente contra la “integridad” de nuestro idioma. Hay, sin embargo, palabras que logran un arraigo muy pronto, e.g: jitomate (ji = rojo y tomatl). Las teorías de sustrato y superestrato dicen que una lengua “dominante” se impone, pero la lengua “vencida” se filtra en la vencedora. Esto le pasó al castellano cuando llegó a América.

Hace tiempo la hija de un amigo me decía que «la gente naca no sabe hablar». Se refería a cosas como la calor, comistes, en base a, jueron y muchas otras que pondrían a varios académicos los pelos de punta. Yo le decía que saber hablar es saber comunicar y, si esa “gente naca” lo lograba, entonces sabía hablar. Nunca me entendió que el no saber hablar ocurriría si el oyente no entendía el mensaje, como a veces le pasa a ella con mi amigo. La “gente bien” que ha estudiado en escuelas bilingües, encontrará normales los términos flashback, outlet o feeling; incorporándolos a su habla (siendo que para prácticamente todos esos préstamos existen palabras en español). Por otro lado la gente que no sabe inglés comienza a encontrar normales estos anglicismos, añadiendo, claro, algo propio; así snake se vuelve esneik. La postura de la hija de mi amigo es la misma que antes de ella tuvieron los que hablaron protorromance, y antes los que hablaron latín.

La historia de nuestra lengua es larga y podemos comenzar muy bien con algunos versos en latín de Catulo o de Virgilio, quienes ya escuchaban a la gente de su pueblo hablar barbaridades (y quizá ellos mismos decían una de vez en cuando). Sin embargo el latín estaba bien sostenido. Los diversos habitantes del gran imperio no tendrían mayor dificultad para comunicarse que la que puede tener hoy un yucateco con un argentino. Algunos hablaban “peor” o “mejor”, pero todos se comunicaban (igual que un naco puede hacerse entender por la hija de mi amigo). Lo curioso es que a este latín con variedades dialectales le podemos añadir dos factores: las lenguas de sustrato, diferentes en cada zona geográfica; y el tiempo que amalgama todo. Así, para desgracia de Catulo, la lengua en que él hacía versos y que tenía diez vocales, quedó “degradada” en la nuestra que sólo tiene cinco vocales. ¿Nosotros seremos unos nacos hablantes de latín?

Quien marca la norma en cuanto a las variaciones de la lengua, siempre es la clase menos educada. Simplemente porque son más y la norma se impone por el uso. Así es entendible que los reinos vecinos de Castilla dijeran que los castellanos eran unos nacos por decir jice en vez de fice (y más tarde peor aún: hice). O que los nacos de Castilla pronunciaban terriblemente mal puoerta, chorar, ollo y vello, para quedar en las naquísimas formas de puerta, llorar, ojo y viejo.
Si hubiese habido académicos, seguramente habrían dicho que Castilla era el peor lugar donde se hablaba el romance. Sin embargo esa forma de hablar se impuso por la unión de Castilla-León y Aragón-Navarra, que comenzaron a expandirse como cuña del centro norte de la península, a todo el mundo; además de la visión de grandes como Alfonso X que “fijó” la lengua nueva en documentos, propiciando que se abandonara el latín para escribir lo que se escuchaba: el [hoy] español.

El español que pasó a América en muchas ocasiones no fue el más culto, aunque en América sí lo hubo, como nos lo demuestra la española Sor Juana. A Cortés, en su momento, le podían decir Fernán o Hernán (aun Gernán). En muchos pueblos hoy se sigue hablando como en épocas novohispanas, ellos han conservado la lengua en una de sus formas más antiguas (en que jueron era aceptado); mientras que los demás fueron “degradando” el idioma hasta tener lo que hablamos hoy.

Actualmente tenemos una lengua en constante evolución, llena de extranjerismos que, muchas veces, fueron introducidos cuando existía una palabra castellana para lo mismo, degradando, anacando, el idioma. Las personas que generalmente acusan a otras de hablar nacamente (siendo que seguramente son las que llevarán la pauta del cambio), son las que degradan y anacan el idioma insertando, no sólo palabras para las cuales existe una en español y que por ignorancia, conformismo y pereza no buscan; sino frases traducidas con errores sin el menor pudor y con la mayor impunidad.