martes, 24 de noviembre de 2009

Carta de un lector a mi artículo de Labernito

Manuel Aguado Chávez to pakoxxx@gmail.com ///22 Nov

Señor Puente:
En su muy buen artículo "Cuando andaba huyendo el rey de Azcapotzalco" hay un error, dice:
donde el autor refleja un basto conocimiento… (basto: grosero, tosco, sin pulimento)
debiera decir:
donde el autor refleja un vasto conocimiento… (vasto: dilatado, muy extendido o muy grande)
Pecata minuta.
En la primaria, allá por los cuarenta del siglo pasado, nos contó el maestro que cuando Nezahualcóyotl huía, una mujer lo escondió en su casa, El rey texcocano la vio tomar más de cuatro vasos (¿jarros, xomas?) de pulque y la acusó por incumplir la ley. Después de tantos años, no recuerdo si nos dijo con quién la acusó; ahora ni siquiera sé si es cierta la historia, que tenía el objeto de hacernos entender que siempre había que cumplir la ley.
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Me encantó, por eso les comparto mi correspondencia.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Cuando andaba huyendo del rey de Azcapotzalco — Francisco Puente

Texto tomado del suplemento Laberinto de Milenio http://impreso.milenio.com/node/8676778

De culto: Nezahualcóyotl

Cuando andaba huyendo del rey de Azcapotzalco

2009-11-21•Antesala.

Uno de los géneros literarios de la lengua náhuatl, son los cuícatl, cantos que, como dijo Ayocuan Cuetzpaltzin, “del interior del cielo vienen”; en ellos aflora la poesía concebida como occidente la conoce, son inspiración, ritmo, metro, forma, figura, sentimiento y, por qué no, también magia. Los cuícatl forman un universo completo donde diversos tipos de cantos convergen bajo una misma denominación. Dentro de éste podemos encontrar los xopancuícatl, cantos del tiempo de verdor; los xochicuícatl, cantos floridos y de amistad; los yaocuícatl,
cantos bélicos; y los icnocuícatl, poemas de honda reflexión. Estos últimos son composiciones donde el autor refleja un basto conocimiento del mundo que lo rodea y, sobre todo, de la naturaleza propia del hombre; son, por este respecto, un tanto cercanos a la concepción occidental de filosofía. Los temas que abordan estos cuícatl son la divinidad, el más allá, el tránsito del hombre en este mundo, y la muerte como límite al que se llega inexorablemente; siempre desde una perspectiva alejada, un tanto angustiada y muy razonada.

En De Nezahualcoyotzin cuando andaba huyendo del rey de Azcapotzalco (cabe destacar que el título del texto fue copiado por la misma mano que escribió el poema), no se hace alabanza de la habilidad para esconderse, de asechar o de las pericias de Nezahualcóyotl para escapar del rey de Azcapotzalco; sino que centra su atención en la sensación de ser una especie de desterrado, de su reino y de la propia vida. Haciendo una analogía rápida con la poesía occidental, éste icnocuícatl podría compararse con los afanes de fatalidad del romanticismo. En el canto, Nezahualcóyotl trasciende los tópicos comunes de la poesía náhuatl, y no su propia vida: cuando habla de él en realidad está hablando de todo el género humano. Bien puede ser que en el canto se vislumbre su preocupación por la realidad y la vida práctica, sin embargo también son un diálogo con el mundo que lo rodeaba sobre qué es la poesía. En otras palabras: se puede tener mucha experiencia erótica, vivir un amor apasionado y padecer muchos problemas con los casi ciento veinte hijos que se le atribuyen, sin que eso jamás pudiera volverse poema, o al menos algo poetizable. El poeta prehispánico se hace grande al tratar todos estos temas tocado por la musa poética. En general el canto donde el personaje lírico tiene un sino de fatalidad desde el inicio, se podría resumir en: 1) Todo es mejor antes que estar vivo, pero como ya se está vivo, ni modo hay que lamentarse. 2) Vivir entre hombres y en este mundo tan “cruel” es lo que mantiene en vilo al espíritu, que prefería mil veces el estado anterior. 3) Cuando todo está perdido, la poesía (fantasía, magia, etcétera) aparece como redentora. Y 4) Conclusión filosófica: Todo es efímero excepto dios, todo lo que sea cercano a dios perdurará. Dios podría ser el símil de la poesía como redención. «O nen notlacatl. Ayahue/ o nen nonquizaco/ teotl ichan in tlalticpac/ Ninotolinia. Ohuaya. Ohuaya». [En vano nací,/ en vano salí de la casa del dios a la tierra:/ ¡soy un desdichado!]

Francisco Puente • pakonet1@gmail.com

sábado, 7 de noviembre de 2009

Anacando el idioma — Francisco Puente*

*Texto publicado en El Finanaciero el 02/11/09


Fija pule y da esplendor es el lema de la Real Academia de la Lengua. Con fija se entiende que las palabras se “congelan”, para que no entren “oficialmente” a la lengua vocablos que morirán tan pronto como surgieron: expresiones generacionales y cualquier cosa que atente contra la “integridad” de nuestro idioma. Hay, sin embargo, palabras que logran un arraigo muy pronto, e.g: jitomate (ji = rojo y tomatl). Las teorías de sustrato y superestrato dicen que una lengua “dominante” se impone, pero la lengua “vencida” se filtra en la vencedora. Esto le pasó al castellano cuando llegó a América.

Hace tiempo la hija de un amigo me decía que «la gente naca no sabe hablar». Se refería a cosas como la calor, comistes, en base a, jueron y muchas otras que pondrían a varios académicos los pelos de punta. Yo le decía que saber hablar es saber comunicar y, si esa “gente naca” lo lograba, entonces sabía hablar. Nunca me entendió que el no saber hablar ocurriría si el oyente no entendía el mensaje, como a veces le pasa a ella con mi amigo. La “gente bien” que ha estudiado en escuelas bilingües, encontrará normales los términos flashback, outlet o feeling; incorporándolos a su habla (siendo que para prácticamente todos esos préstamos existen palabras en español). Por otro lado la gente que no sabe inglés comienza a encontrar normales estos anglicismos, añadiendo, claro, algo propio; así snake se vuelve esneik. La postura de la hija de mi amigo es la misma que antes de ella tuvieron los que hablaron protorromance, y antes los que hablaron latín.

La historia de nuestra lengua es larga y podemos comenzar muy bien con algunos versos en latín de Catulo o de Virgilio, quienes ya escuchaban a la gente de su pueblo hablar barbaridades (y quizá ellos mismos decían una de vez en cuando). Sin embargo el latín estaba bien sostenido. Los diversos habitantes del gran imperio no tendrían mayor dificultad para comunicarse que la que puede tener hoy un yucateco con un argentino. Algunos hablaban “peor” o “mejor”, pero todos se comunicaban (igual que un naco puede hacerse entender por la hija de mi amigo). Lo curioso es que a este latín con variedades dialectales le podemos añadir dos factores: las lenguas de sustrato, diferentes en cada zona geográfica; y el tiempo que amalgama todo. Así, para desgracia de Catulo, la lengua en que él hacía versos y que tenía diez vocales, quedó “degradada” en la nuestra que sólo tiene cinco vocales. ¿Nosotros seremos unos nacos hablantes de latín?

Quien marca la norma en cuanto a las variaciones de la lengua, siempre es la clase menos educada. Simplemente porque son más y la norma se impone por el uso. Así es entendible que los reinos vecinos de Castilla dijeran que los castellanos eran unos nacos por decir jice en vez de fice (y más tarde peor aún: hice). O que los nacos de Castilla pronunciaban terriblemente mal puoerta, chorar, ollo y vello, para quedar en las naquísimas formas de puerta, llorar, ojo y viejo.
Si hubiese habido académicos, seguramente habrían dicho que Castilla era el peor lugar donde se hablaba el romance. Sin embargo esa forma de hablar se impuso por la unión de Castilla-León y Aragón-Navarra, que comenzaron a expandirse como cuña del centro norte de la península, a todo el mundo; además de la visión de grandes como Alfonso X que “fijó” la lengua nueva en documentos, propiciando que se abandonara el latín para escribir lo que se escuchaba: el [hoy] español.

El español que pasó a América en muchas ocasiones no fue el más culto, aunque en América sí lo hubo, como nos lo demuestra la española Sor Juana. A Cortés, en su momento, le podían decir Fernán o Hernán (aun Gernán). En muchos pueblos hoy se sigue hablando como en épocas novohispanas, ellos han conservado la lengua en una de sus formas más antiguas (en que jueron era aceptado); mientras que los demás fueron “degradando” el idioma hasta tener lo que hablamos hoy.

Actualmente tenemos una lengua en constante evolución, llena de extranjerismos que, muchas veces, fueron introducidos cuando existía una palabra castellana para lo mismo, degradando, anacando, el idioma. Las personas que generalmente acusan a otras de hablar nacamente (siendo que seguramente son las que llevarán la pauta del cambio), son las que degradan y anacan el idioma insertando, no sólo palabras para las cuales existe una en español y que por ignorancia, conformismo y pereza no buscan; sino frases traducidas con errores sin el menor pudor y con la mayor impunidad.

jueves, 29 de octubre de 2009

Arrullo al revés (Jela'an wensik) — (Lourdes Cabrera, Svetlana Larrocha; Traducción al maya: Aracely Poot Cen)

Arrullo al revés

No cierres los ojos, niña taciturna...
No te extravíes en el túnel de los sueños

No cuentes ovejas
mejor mariposas
carrouseles
muñecas

Cuido tu vigilia
de hadas malignas
castillos de arena
de rompecabezas
conmigo, no temas

Manténte despierta
deja que en mi vivan
tus silencios que gritan
inquietas nostalgias
soledades viejas

Si quieres invento
mudos cascabeles
espigas obscuras
espumas turquesas
pero que siempre sean míos, mi niña,
tus cabellos (hebras de sol que me enredan)
tu ternura frágil...
que nunca se duerma.



Jela’an wensik

Ma’ muts’ a wich chan X-ok’om óolal...
Ma’ a saataal ichil a wenel
ma’ a xookik taman
mas malo’ob péepem,
pe’etil,
ba’axalo’ob.
Kin kanantik áak’abe’
ti’ le x-wáayo’ob
u suusil naj
ku saatko’ob a natil.
Wa’ yéetel teene’ ma’ a ch’ai sajkil.
ma’ a wenel,
p’aat tu kuxtal tin wiknal
a yautil ma’ k’ami’
junp’éel ok’om óolal
úuchben ch’eneknakil.
Wa a k’áatej je in beetik
kóok ts’áab,
boox yi’,
ya’ax u yomil
Ba’ale, láayli’e chéen in tia’alo’ob, in chan
X-ch’úupaal,
u tso’otsel a pool (julk’iin ku babal k’aaxte)
a yakunal
mix bik’in u bíin wenel.


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Estos materiales se publicaron en: Navegaciones Zur (Revista bimestral del Centro Yucateco de Escritores, A.C.) No. 20, Mérida Yucatán, marzo de 1998

jueves, 1 de octubre de 2009

De la noble esterilidad de los ingenios* — Julio Torri

*

...et néanmoins il n'a jamais réussi a rien,
parce qu'il croyait trop a l'impossible.
Baudelaire

Para el vulgo sólo se es autor de los libros que aparecen en la edición definitiva. Pero hay otras obras, más numerosas siempre que las que vende el librero, las que se proyectaron y no se ejecutaron; las que nacieron en una noche de insomnio y murieron al día siguiente con el primer albor.
El crítico de los ingenios estériles -ilustre profesión, a fe mía- debe evocar estas mariposas negras del espíritu y representarnos su efímera existencia. Tienen para nosotros el prestigio de lo fugaz, el refinado atractivo de lo que no se realiza, de lo que vive sólo en el encantado ambiente de nuestro huerto interior.
Los escritores que no escriben -Rémy de Gourmont ensalzó esta noble casta- se llevan a la penumbra de la muerte las mejores obras, las que están impregnadas de tan agudo sentido de la belleza que no las hubiera estimado tal vez la opinión, ni entendido acaso los devotos mismos.
Se escribe por diversos motivos; con frecuencia, por escapar a las formas tristes de una vida vulgar y monótona. El mundo ideal que entonces creamos para regalo de la inteligencia, carece de leyes naturales, y las montañas se deslizan por el agua de los ríos, o éstos prenden su corriente de las altas copas de los árboles. Las estrellas se pasean por el cielo en la más loca confusión y de verlas tan atolondradas y alegres los hombres han dejado de colgar de ellas sus destinos.
Evadirnos de la fealdad cotidiana por la puerta de lo absurdo he aquí el mejor empleo de nuestra facultad creadora. Los que no podemos inventar asuntos, nos encaramamos en los zancos de la ideología estéril y forjando teorías sobre la forma de las nubes o enumerando las falacias populares que contiene la cabeza de un periodista, empleamos la vida que no consumió la acción.
¡Si fuéramos por ventura de la primera generación literaria de hombres, cuando florecían en toda su irresistible virginidad aun los lugares comunes más triviales!
____________________
* En De fusilamientos y otras narraciones. México, FCE, 1992, pp. 36-37.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Poesía en voz alta (AUDIO)

Aquí en este enlace (http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=voz.php) se podrán
encontrar muchísimos poemas en voz (casi todos) de sus autores.
Recomiendo sumergirse un rato y uno podrá encontrar desde el marqués de Santillana hasta Octavio Paz, pasando por algunas jarchas y muchísimos poetas de antaño y contemporáneos.

Poema en tu cuerpo — Elías Nandino

¿Por qué no soy yo tu cuerpo
sobre mi cuerpo desnudo
para abrazarme a mi tronco
y sentir que soy yo mismo
ascendiendo por mis muslos?

¿Por qué no soy yo tus ojos
para mirarme los míos
y decirme con miradas
lo que al mirarte te digo?

¿Por qué no soy yo tu boca
para besarme en el fuego
que se despierta en mis labios,
y al besarme desde ti
sentir la verdad del beso?

¿Por qué no soy yo tus manos
para jugar con las mías
haciendo idilio de tactos
y sentir que me acaricio
con tus yemas encendidas?

¿Por qué no soy yo tu vida
para sentir lo que siento
desde tu propia existencia
y sufrir en tu cerebro
el dolor del pensamiento?

Quisiera ser vaso y vino,
las raíces y las ramas,
la ribera y la corriente,
la campana y el sonido,
el combustible y la llama.

Sigue durmiendo sin verme
que yo, despierto, a tu lado,
vuelo al vuelo de tu sueño,
y estoy tan cerca de ti
que respiro por tu cuerpo.




De: Río de sombra, 1935





ELÍAS NANDINO

Ciego Dios — Alfredo R. Placencia

Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.

Dices que quien tal hizo estaba ciego.
No lo digas; eso es un desatino.
¿Cómo es que dio con el camino luego,
si los ciegos no dan con el camino?...

Conven mejor en que ni ciego era,
ni fue la causa de tu afrenta suya.
¡Qué maldad, ni qué error, ni qué ceguera!.
Tu amor lo quiso y la ceguera es tuya.

¡Cuánto tiempo hace ya, Ciego adorado,
que me llamas, y corro y nunca llego!...
Si es tan sólo el amor quien te ha cegado,
ciegúeme a mí también, quiero estar ciego.


Selección: Juan Domingo Argüelles.




Copyright © Derechos reservados del titular.

Texto tomado del audio: http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz1.php&wid=248&p=Alfredo R. Placencia&t=Ciego Dios&o=Fernando D%C3%ADez de Urdanivia

miércoles, 24 de junio de 2009

Más de Sogem en crisis


Internet no es real, al diablo con Internet — Ray Bradbury

Ray Bradbury: "Internet no es real, al diablo con Internet"
El escritor está en campaña para ayudar a las bibliotecas públicas de California.
Por: THE NEW YORK TIMES Y THE GUARDIAN

1 de 1
FELIZ CON SU VIDA. BRADBURY EN SU CASA DE CALIFORNIA, EN 2002.
A alguien que está a un paso de los 90, que escribió montones de novelas, cuentos y guiones cinematográficos famosos, y cumplió el objetivo de hacer un viaje simulado a Marte, ¿qué le queda por hacer?

"Bo Derek es una buena amiga mía y me gustaría pasar más tiempo con ella", dijo Ray Bradbury, forzando un poco la vista detrás de una vieja mesita de televisión en el living de su casa.

Bradbury, el escritor de ciencia ficción, es muy específico en su excéntrica lista de intereses, y en su manera de ir tras ellos a su edad avanzada y en su estado de relativa inmovilidad. Lo cual es una suerte para las Bibliotecas Públicas de Ventura County, California. Porque entre las pasiones de Bradbury ninguna arde tanto como la pasión por las salas de libros. Su novela más famosa, Fahrenheit 451, que trata de libros quemados, fue escrita en una máquina de escribir alquilada en el subsuelo de la biblioteca de la Universidad de California; su novela La feria de las tinieblas contiene una escena capital en una biblioteca.

Bradbury suele dar charlas en bibliotecas de toda California. El sábado pasado fue el invitado de honor en la Biblioteca H.P. Wright que, como muchas otras en el sistema público estatal, corre peligro de cerrar sus puertas debido a los recortes presupuestarios.

Se hacía una colecta pública donde se proyectó una película basada en su cuento "El maravilloso traje de color vainilla". La entrada salía 25 dólares. Allí Bradbury dijo que ha visitado casi todas las bibliotecas públicas de California: "Yo ya estoy en una silla de ruedas. Entonces me pueden tirar en el auto y después tirarme en la biblioteca y vender libros, recaudar fondos y quedarse con todo el dinero. Recaudo fondos para que puedan seguir", dijo.

"Las bibliotecas me educaron", dice Bradbury. "No creo en las universidades. Creo en las bibliotecas porque la mayoría de los estudiantes no tiene dinero. Yo terminé el secundario en la época de la Depresión y no teníamos dinero. Como no podía ir a la universidad, fui a la biblioteca tres días por semana durante diez años".

Los dólares de los impuestos inmobiliarios, que aportan la mayor parte de la financiación de las bibliotecas en Ventura County, cayeron en picada, dejando al sistema bibliotecario con una deuda de aproximadamente 650.000 dólares. Casi la mitad de esa cantidad se adjudica a la Biblioteca H.P. Wright. En enero se notificó a esta filial que si no conseguía 280.000 dólares tendría que cerrar. El grupo de amigos de la biblioteca, que ya tiene 80.000 dólares, pidió la colaboración de Bradbury.

No es una solución duradera. Que puede tener lugar solamente si los impuestos inmobiliarios repuntan o si los electores aprueban un aumento impositivo que se destinaría en parte a las bibliotecas.

Las amenazas a las bibliotecas perturban a Bradbury, que pasa todo el tiempo que puede hablando con niños en bibliotecas y alentándolos a leer.

¿Internet? Mejor ni hablar. "Internet es una gran distracción", gruñó Bradbury en su casa de Los Ángeles, repleta de enormes animales de peluche, videos, DVD, juguetes de madera, fotos y libros, con cosas como la Medalla Nacional de las Artes tiradas sobre una mesa. "Los de Yahoo me llamaron hace ocho semanas", dijo, levantando la voz. "Querían poner un libro mío en Yahoo. ¿Sabe qué les dije? 'Váyanse al diablo. Al diablo ustedes y al diablo Internet'".

"Distrae", continuó. "No tiene sentido, no es real. Está en el aire en alguna parte". Un vocero de Yahoo dijo que era imposible verificar lo dicho por Bradbury.

Bradbury es famoso por su memoria clara respecto de algunos hechos de la vida. "Tengo una memoria infalible. Recuerdo mi nacimiento. Me acuerdo de cuando estaba en el vientre, cuando estaba adentro. Salir fue fantástico".

Y recuerda haber conocido a Derek en un tren en Francia hace muchos años.

"Me dijo 'Señor Bradbury'. Yo dije: 'Sí'. Ella dijo: '¡Lo amo! Soy Bo Derek'". La representante de Derek, Rona Mensahe confirmó que la historia es cierta. Y que a su clienta también le gustaría ver más a Bradbury.

La esposa de Bradbury, Maggie, con quien estuvo casado más de cinco décadas, murió en 2003. Él cumplirá 89 en agosto.

Cuando no recauda dinero para bibliotecas, Bradbury todavía sigue escribiendo unas horas cada mañana. Todavía es posible encontrarlo regularmente en la sucursal de la Biblioteca Pública de Los Ángeles en Coreatown, a la que solía ir cuando era adolescente. "Los chicos me preguntan: '¿Cómo puedo vivir para siempre?'". "Yo les digo: hagan lo que aman y amen lo que hagan. Esa es la historia de mi vida".

Traducción de Cristina Sardoy

lunes, 18 de mayo de 2009

Benedetti y mi kitsch adolescencia‏ — Fernando Reyes

Esto que escribo lo escribo desde dentro, sin cuidarme de los tristes enemigos. Lo escribo con temblor en la sintaxis, con riesgo del exilio de las mesas exquisitas, con el ejemplo de mis maestros, vivos y muertos, los de carne y hueso y los de papel. Escribo con coraje (en todas sus acepciones) porque siempre caigo en los mismos agujeros negros que me provocan la indiferencia, la pose, la traición, el olvido, el valemadrismo, porque llego de Tijuana y de lo primero que me entero es de que Bededetti no pudo ganarle a la desnarigada.

Varias cosas se me agolpan. Quisiera hablar como el adolescente que siempre he sido. Quisiera hablarle a todas las novias que tuve en mis años mozos y decirles. “Hola, ¿te acuerdas de mí? Fui quien te dio un poema que te gustó mucho, sí aquel poema que hablaba del triste trabajo en la oficina, o ese otro donde te pedía que si te duermías sin sueño, si te quedabas en un rincón tranquilo entonces no te quedaras conmigo, o esa novela que te hizo llorar porque tú también estabas enamorada de alguien mayor que tú, o la obra que vimos juntos en la universidad con amigos teatristas que actuaron bien el dolor de un torturado, sí, ¿ya te acordaste?... qué para qué hablé, ah disculpa, sólo quería decirte que el que escribió esos textos, ya no va a escribirte ni uno más”. También quisiera escribir sobre los que nunca han leído a Mario porque está prohibido leerlo en la academia, en la -GIPA- Gran Institución de la Poesía Exquisita. Quisiera hablar de cuando vino el uruguayo a mi facultad letrosa y abarrotó como nadie –más que Cortázar, Paz y Saramago- aquel antro del saber. Nunca vi obreros y secretarias y adolescentes (todos eramos adolescentes) en aquel recinto. Para los académicos, los doctores y los letrados, los ilustres literatos, pasó desapercibido. Quizá ahora muerto, alguien ya se acepte que se hagan tesis sobre su obra.

No he leído nada de lo que han dicho los escritores, poetas, críticos, intelectuales, académicos, los todos ellos, no. Me lo imagino. Como si estuvieran con guantes desgagando una mandarina y con tapabocas comiendo los pocos gajos “rescatables”. Me imagino, precisamente desde Tijuana, lo que va a escribir aquel que “detesta más al pueblo que al estado”, si se metió con Eduardo Galeano, qué le puede esperar al de Uruguay; no sabe él y otro que no se trata de “un escritor o un libro”, sino de momentos históricos, de pedazos del quehacer humano y la cultura, de la voz de miles. Ay, me imagino tan predecibles a tantos y tantos, del sistema o fuera de él, “rescatando, y rescatando partes de su obra”.Me imagino los homenajitos de toda institución (ahora sí habrá partidas para publicidad, premios y reediciones). Prefiero imaginar a sus millones de lectores sacando su amarillento y polvoso libro. Me imagino contritos a Fidel y a Gabo, a Juan Gelman, a Tania Libertad. Mi pésame.

Con las vísceras en la mano afirmo que sólo hay dos clases de escritores, más allá de su ideología y su estética, de sus intereses y destinos, (éstos tienen que ver con mi clasificación): están los primeros, los que escriben para el premio, para la beca, el renombre, el prestigio, no les importa –me lo han dicho con o sin cervezas- les vale madre que los lea el pueblo, lo que quieren es ser legitimados por el sistema; por eso sus libros sólo llegan a manos de los consagrados. Sus libros pueden quedarse embodegados después de un premio, a esta clase de escritores no les importa. A los segundos, a la segunda clase de escritores, les importa que su obra sea leída, leen en todas partes donde se les invite. Ellos creen en la poesía como surgió antes de la imprenta, y hace mucho más, cuando se decían los poemas entre amigos, alrededor de la fogata, cantada y bailada, cuando se llevaba la palabra por todas partes, trovando. Esta clase de trovadores todavía existen, pocos pero existen, les gusta leer en plazas, escuelas y mercados. Ellos cantan sus poemas y los de otros que hablen sobre lo que la gente común siente, pero no sabía como expresarlo con palabras. Estos poetas saben que no van a cambiar el mundo pero están segurísimos que sí cambiarán por lo menos el sentir o el pensar de una de las 600000000 de personas en el mundo. Por eso llegaron a la poesía, porque oyeron a otro poeta de ésos, de los de mi segunda división. Les gusta la gente que no sabe de poesía, de esos despistados que caminan sin sentido y se quedan atrapados por el extrañamiento de unas palabras, una imagen que no saben por qué se apareció en su mente, un calambur o retruécano que les suena a bonita grosería o a cachondo albur. Así perciben a la poesía, así se acercan a ella, así la siguen luego por todas partes.



En estos recientes años he venido escribiendo mi experiencia con distintos escritores, mexicanos y extranjeros, vivos y muertos, canónicos y olvidados, jóvenes y viejos, del sistema y de la periferia, con la única coincidencia de haber estrechado su mano, compartido unas palabras, tomarnos unas copas, o engendrar una amistad de años. Hace unos meses escribí sobre este poeta que a mí, que no nací “rodeado de los volúmenes en piel de mi padre”, me dijo mucho. Claro que uno crece, claro que las lecturas cambian, las épocas, las estéticas; claro que las lecturas que en la prepa hacen apasionados los maestros se convierten en textos que hay que analizar varias veces para descubrir su polisemia. Sólo que hay autores que aunque se vayan se quedan un poco, algo así como cuando murió tu padre o madre, como cuando tu hijo se fue a estudiar lejos o cmo cuando se acabó todo con tu primer amor o primer matrimonio, quienes saben de esto entenderán la analogía. Sobre nuestro Bendetti adjunto un texto kitsch. Sólo me resta decir que existe una “Táctica y estrategia” en la poesía mexicana:

Mi táctica es publicar y recibir una buena reseña de un buen amigo, mi táctica es colarme y entrar al status de los letrados, recibir otro premio, tener un hueso, ser legitimado, encontrar un lugarcito en el gran diccionario de las Letras. Mi estrategia es en cambio más sencilla, es que algún día, no sé dónde y cuándo, no sé quién o quiénes, pero algún día, gusten mis palabras.


Documento adjunto:


Benedetti y la adolescencia kitsch que no es tan fácil de arrancar
Fernando Reyes

En Cuba suelen regalarse el mismo libro varias veces. Incluso con dedicatorias del autor, los libros andan de mano en mano. Como si tuvieran patas, de aquí para allá –metáfora caribeña de Fahrenheit 451-, los libros pelean contra el imperialismo, contra la austeridad, la falta de papel, pero no de letras. Los libros no bloquean el pensamiento, la sensibilidad e imaginación en Cuba. En vez de mezclilla, perfumes o aparatos, los escritores y los lectores cubanos piden libros a sus familiares o amigos que viven allende el mar. Ya se sabe que los cubanos sobreviven gracias a la FE (familiares en el extranjero).
Yo, para ilustrar lo dicho, tengo un libro de la excelente cuentista María Liliana Celorrio dedicado a un estudiante de literatura, quien a su vez se lo regaló a su novia y ésta, no sé por qué razones, lo hizo llegar a una librería de viejo, donde yo lo compré con pesos cubanos. En mi próxima visita a la isla pienso llevárselo para que me lo dedique y yo regalárselo a una alumna que le gustan este tipo de cuentos en los que el varón es ridiculizado por una voz narrativa femenina.
Esto viene a colación porque uno de los primeros libros autografiados de mi colección al ego, fue La muerte y otras sorpresas de Mario Benedetti. Sí, debo confesarlo. Antes de mi mayoría de edad –la electoral, ya que en mi edad literaria sigo siendo adolescente- me gustaba Benedetti, al menos ese volumen de cuentos, los cuales me parecían redondos, climáticos y sin esas huellas de lo kitsch que caracterizan al uruguayo. “Ambos somos feos” es un inicio que a cualquiera atrapa, sobre todo si nos sentimos identificados; aunque, dicho sea de repaso, en esa etapa de la pubescencia, cualquier imberbe leería: “Todos somos feos”. Cualquier púber cree, en su sentido inocuo de la inconformidad, que la muerte es una sorpresa más y se convence que “la muerte es una traición de Dios”. Cualquier adolescente busca una táctica y estrategia para enamorar a su chica. Antes de los 18, todos pensamos en independizarnos y trabajar en una oficina, de secretaria o de mandadero; por eso La tregua nos arranca las lágrimas. A esas edad nos lo jugamos todo, si nos desamamos no nos sentimos bien, a esas edad no nos dormimos sin sueño, no calculamos intereses, sabemos gritar rebeldía, no reservamos del mundo sólo un rincón tranquilo, a esa edad arriesgamos todo y no nos salvamos. No importa ninguna salvación, ninguna bendición, ninguna purificación.

En el Auditorio Che Guevara estreché la mano de Mario, el capitán. Captain, captain, decía Wihtman. Sácale el tuétano a la vida, decía Thoreau. Carpe Diem, coreaba la sociedad de poetas muertos, los adolescentes que abarrotaron el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, donde Mario es tan vituperado por los académicos exquisitos, casi se colapsan unos, otros guardaron su indignación dentro de su portafolio junto con su Bloom y su Highet. Los adolescentes alzaban sin pena su Inventario, tomo I. Pedían oootro, oootro, oootro. Codo a codo pedían más que dos. Y el montevideano, cual rock star de la poesía naif, complacía con los versos que a él se le daban la gana. Hombre viejo que se siente joven. Hombre feliz que mira a los solitarios. Hombre solitario que se siente acompañado.
Después de las lecturas, todavía sacó energías para firmar libros. Yo iba preparado. Si no se me había ocurrido pedirle su autógrafo a Cortázar y a Rulfo, ya no se me escaparía nadie, pensaba en aquella mi segunda adolescencia, cuando todos creemos ser diferentes a los demás y nos juramos no cometer las mismas estupideces. Mientras los otros teenagers se peleaban por un autógrafo de la música pop o la farándula televisiva, yo buscaba la rúbrica de puño y letra, con pluma fuente, de uno u otro escritor, entre más conocido mejor. Somos adolescentes toda la vida, ahora lo descubro con mis hijos y alumnos. A los tres años, el bebé pasa a ser chamaco; a los siete, se convierten en niños con obligaciones; a los doce, el primer pelo y el primer olor desagradable; a los diez y siete, decidirse por una carrera; a los veintiuno, por un trabajo; a los veintiséis, por un futuro. Luego la crisis de los cuarenta, luego la de los cincuenta. Nuestra última adolescencia es prepararnos para la muerte y otras sorpresas. Ni muertos, acabamos de madurar.

Seremos los eternos adolescentes. Seguiremos queriendo destruir el mundo para crear uno nuevo, seguiremos sintiéndonos cucarachas en un cuerpo humano, padeceremos la confusión de los sentimientos y las tribulaciones de estudiante. Todos habremos querido hacer una carta al padre, nos habrá gustado escribir nuestro propio retrato de artista adolescente. Añoraremos nuestra primera desilusión, nuestro principio del placer, nuestras batallas desérticas por querer cambiar las cosas que nunca nos gustaron. Entonces, ya sin pudor, leeremos de nuevo un poema de Benedetti.


El que recomienda dice: DEP, Mario, Mario Benedetti.

lunes, 23 de marzo de 2009

Entrevista — Mario Vargas Llosa

En una entrevista de 1996, el escritor peruano Mario Vargas Llosa confesó lo siguiente:

«Ni abogado, ni periodista, ni maestro: lo único que me importaba era escribir y tenía la certidumbre de que si intentaba dedicarme a otra cosa sería siempre un infeliz. Que nadie deduzca de esto que la literatura garantiza la felicidad: trato de decir que quien renuncia a su vocación por "razones prácticas", comete la más impráctica idiotez. Además de la ración normal de desdicha que le corresponda en la vida como ser humano, tendrá la suplementaria de la mala conciencia y la duda.

»Así, hacia finales de 1958, en una pensión de la calle del Doctor Castelo, no lejos del Retiro, quedó perpetrado el acto de locura: "Voy a tratar de ser un escritor". Todo lo que había escrito hasta entonces: una obrita de teatro, un puñado de poemas, algunos cuentos, copiosos artículos, era muy malo. Decidí que la razón de esa mediocridad eran mi indecisión y cobardía anteriores, no haber asumido la literatura como lo primordial. Había terminado un libro de cuentos, que encontró un editor en Barcelona (misteriosamente, esta ciudad sería la cuna de la publicación de todos mis libros), y el resultado era más bien deprimente. Los había escrito casi todos en Lima, en los resquicios de tiempo libre que me dejaban múltiples y fastidiosos trabajos alimenticios.

»Justifiqué así ese fracaso, sólo se podía ser escritor si uno organizaba su vida en función de la literatura; si uno pretendía (como había hecho yo hasta entonces) organizar la literatura en función de una vida consagrada a otros amos. El resultado era la catástrofe. Completé esas justificaciones con una teoría voluntarista: la inspiración no existía. Era algo que, tal vez, guiaba las manos de los escultores y pintores, y dictaba imágenes y notas a los oídos de poetas y músicos, pero al novelista no lo visitaba jamás: era el desairado de las musas y estaba condenado a sustituir esa negada colaboración con terquedad, trabajo y paciencia».

lunes, 16 de marzo de 2009

Margie, la luna es rusa... — Jaime Sabines

Margie, la luna es rusa.
El cuello de Margie es alto y blanco,
como de blando oro blanco. Ducal.
Y en sus redondos cabellos
mi mirada suena.

Cuando me mira —algún día podría mirarme—
la conozco de rosa a abril.
Yo me moriría, si pudiera morirme,
al pie de sus ojos en sazón.
(Porque me duelen las manos de tanto no tocarla,
me duele el aire herido que a veces soy.)

(Leído por mí en la explanada del Palacio de Bellas Artes, el 15 de marzo del 2009, ante más de 6,000 personas.)

martes, 3 de marzo de 2009

1 — Juan Domingo Argüelles

El mar siempre regresa;
sus montañas saladas se alejan
pero vuelven,
abren las cicatrices de la arena,
rebosan de infinito los ojos que lo miran.

El mar regresa siempre
porque siempre está solo;
vuelve a buscar las playas.
Regresa.
Sabe que te hallará porque los que están solos
saben que alguien está siempre esperándolos.

Sobre las mesas: el destello* — Coral Bracho

El rizoma, como tallo subterráneo...
tiene, en sí mismo, muy diversas formas:
desde su extensión superficial ramificada
en todos sentidos,
hasta su concreción en bulbos y tubérculos.
El deseo es un creador de realidad...
produce y s emueve mediante rizomas.
Un rasgo intensivo comienza a actuar por su cuenta...


-Deleuze y Gautari, Rizoma

En la palabra seca, informulada, se estrecha,
rancia membrana parda (decir: fina gota de aceite para el brillo matinal
de los bordes, para la línea
tibia, transitada, que cruza, como un puro matiz, sobre
el vasto crepitar, sobre el lomo colmado,
bulbo -una gota de saliva animal:
para las inflexiones, para el alba fecundada (caricia)
que se expande a la orilla, como una espuma, un relieve
un pelaje frutal- una llaga de luz, un hilván: para
los gestos aromados al tacto, a la sombra rugosa, codiciante;
una voz, una fibra desprendida -un vellón- al azar
de las gubias, del frote plectro),
en la cumb re, al ijar, de las imantaciones;
Tientos

y el idioma capilar de los roces en el cuenco lobular
de los cuerpos. Púrpura
en la raíz;
una esponja, una lima, un espejo
axilar: y en los ecos,
la estatura;
una alondra. Rimas en los espliegos;
hielo: por la grupa liminal, tersos belfos inquietos.
Valva pilosa,
alianza, en el vuelco; plexos y el tendón:
un ardor, una punta sinovial en los goces veteados: ductos
a la pálida cima oculta;
una astilla, una cinta (gato),
un embrión para el bronce de espesuras rampantes, intimables;
un hervor, una turba despeinada, una espora:

Caudas entornadas al auge de un sabor inguinal.
Sobre las crines; coces:

En las humosas, ovulantes:
un carámbano exacto,
un candil.

Riscos.

y en los pliegues enlamados, los atisbos de estar,
en sus médanos acres:
higos perlados; risas;

un limón en las orlas incitadas;
rasgar: con almohazas vidriantes, inaudibles (vino prensil, Hirsuto),
con espinas el temple, las pezuñas;

carcajada chispeante entre los bulbos
escrutados, las urracas;
fósforos, guiños, ecos
en la tenaza; salta
la perdiz.

La perdiz: ave fresca, abundante, de muslos gruesos; acusado dimorfismo sexual.
Sus plumas rojas, cenicientas,
encubren. Salta en parábola eyecta sobre las fresas;
aleante calidez. Tiene los flancos grises (Las fresas bullen esponjadas, exhalan - de
sus cienos de amapola, de entresijo verbal- la lejía directamente), las patas finas,
el vuelo corto; corre (los sabores suntuosos, apilables) con rapidez.

Abre sus belfos limpios:
el jugo moja y perfuma su aletaje; en su piel
de escozores ambiguos, ávido ciñe el gracil,
respingante; lúbrixo abisma el néctar
simultáneo; estupor; estupor anchuroso
entre los brotes atiplados;
hincar, en las corvas deslumbrantes, erectas.
En los bíceps, los escrotos; Fúlgidos, agrios. Trotes.
Alentando a las ancas
alumbradas; cadencias; ritmos convexos; malvos
paroxismos: de bruces
entre las ondas resonancias. Pendúculos emprendibles
bajo el cinto:

Libar desde las formas borboteantes; la lengua entre las texturas engranadas, las
vulvas
prístinas en sus termas; lluvia a los núcleos
astillados; rizomas incontenibles entre los flujos, las pelambres exultadas,
espumantes, de estar;
bajo las riendas fermentables, las gualdarpas.
Embebido
en las blandas, extensivas. Desbordado.
Volúmenes iracibles entre la paja exacerbada,
germinante. Vital,
inmarcesible en sus impulsos abruptos, suave y matizado en sus ocres,
su esplendor, a las yemas; único a las pupilas
restregantes.
Desbandada encendida entre los surcos, las pimientas, los indicios; densa
y exaltable en sus puntas: al olfato. Ráfaga
mineral. Un renglón, un cabús, un polvito; Gárgola.
Una hormiga en las crestas hilarantes, por los muslos,
el vientre; en las palabras)) tensas, enturbiadas,
se estrecha, roca membrana ((cítricas. La estridencia
perpetable en los
lindes)) parda; su red empaña ((en los ápices
lubricados, el pistilo.

-Su voz: saboreando, exhibiendo, despojándolo- Luz;
en los espacios excitables, el acto sedicioso. Labial,
embarnecible bajo el índice fresco, su tersura; prensan.

Magnetismo atizado hasta el exceso degustable,
el rechinido. Vértices las cosquillas
-Acedando, exprimiéndolo- en rupturas desbocadas,
expresivas. Vórtice. Entre los fierros, los erizos,
el instinto. Roedores inexpugnables
entre los hilos, las escuadras, el cedazo. Un terrón,
un respiro lanceolado, un prurito.
Rastrean bajo las zonas apiñadas, intensivas.
Nudos papilares entre la yerba. Sobre las mesas: el destello.
Un punzón, un insecto en las palabras)) lentas, empalmadas
((enterlas grietas las cesuras, en las bridas.
Súbitos y lascivos las concentran -Su voz: separándolo,
abriéndolo, eligiendo- ciñen y cohabitan en los filos
espejeantes)), huecas; su costra opaca ((entre los gritos,
las cernejas, los resquicios.

*Tomado de artepoetica.net

jueves, 29 de enero de 2009

Psicología de las fotocopias

Por Heriberto Yépez




El mayor enemigo del libro en el tercer mundo, ¿internet? No. Las fotocopias.

La fotocopia —abuelita patito de la post-lectura electrónica— mermó aura e ISBN del libro, que mutó esporádico hit de mercado o ejemplar (caro, escaso y raro) para coleccionistas. La fotocopia fue el huevo involutivo de la lecto-webonería.




En una fotocopiadora de farmacia se cocinó el primer copy-paste. Luego las fotocopiadurías se instalaron directamente a unos pasos de las escuelas y la engrapadora y el engargolado aseguraron el bibliocidio anunciado.




La fotocopia proliferó por la anorexia del sistema escolar en los países subdesarrollados. Devino mejor amigo del estudiante: el precio de un libro es mayor que un salario diario ¡o semanal!




Si en las escuelas —desde la secundaria hasta la universidad— no se logró trasmitir hábitos de lectura, sí se consiguió, en cambio, acostumbrarnos a sacar copias cada tarde.

Fotocopiar y secuestrar son delitos que gozan de total impunidad.




El sistema educativo fragmentó al libro. No lo usó íntegro. Las universidades no editaron antologías de textos por materia. Ni las editoriales supieron trabajar para ellas. Para preparar el juego de lecturas de cada curso se eligen fragmentos de varias obras, en su mayoría, inconseguibles o impagables.




Y esta piratería se alió con la mentalidad fraudulenta generalizada, en la que la propiedad intelectual no importa. Y cuando una cultura no respeta esta propiedad, la irresponsabilidad se populariza.




Los principales responsables de la caída de la venta de libros son los profesores. A más de una generación acostumbraron a no comprar ni mucho menos leer libros completos. Luego la generación que se formó en los noventa (y las que vienen) ya, directamente, sacarían todo de páginas web.




Pasamos del grado Xerox de la educación pública al grado Wikipedia de la info-global.

La fotocopia tiene psicología jocosa: tiene éxito en una cultura cuya identidad se está empobreciendo por patrones de repetición acelerada. Una cultura que vive de fotocopiarse a sí misma u otras.




Quien se educa fotocopiando inconscientemente internaliza el gran No hay.

No hay originales. Y del que sí, no hay dinero para pagarlo.




E internaliza que escribir o producir conocimiento no conlleva reconocimiento social —la ley de las fotocopias es volverse fotocopias de fotocopias y perder la referencia en alguna esquina doblada—, en que cada obra es desechable y las regalías jamás llegarán al escritor, pequeñoburgués mental y proletario real.




Las fotocopias desaniman a futuros hacedores de saber. Cuando las fotocopias se hacen inevitables queda claro que aun obras importantísimas, ¡imprescindibles!, hoy no circulan. O serán pirateadas a pedacitos.




Las fotocopias reproducen el pesimismo portátil. Tome su numerito.




heribertoyepez@gmail.com