martes, 30 de septiembre de 2008

la crítica* — Antonio Alatorre

«Una experiencia ingenua producirá, por
supuesto, una crítica ingenua, sí, pero altamente respetable. Y si la
experiencia es ingenua, la crítica no dejará de serlo aunque se cubra
de palabras altisonantes, aunque se revista de tecnicismos, aunque se
disfrace con ropajes científicos. Una experiencia rica producirá una
crítica más profunda. A menudo la crítica más profunda se hace por
ello más técnica y complicada, pero no es algo que se siga
necesariamente. Puede haber críticas muy serias que se expresan en
las palabras más corrientes. Por supuesto, las críticas de esta clase
son mucho más raras, mucho más infrecuentes que las pomposas y
vacías. Como dije al principio, los grandes críticos literarios son ton
raros como los grandes creadores, pero en nuestra mano está hacernos
mejores críticos.»

*Fragmento tomado de "¿Qué es la crítica literaria?", Ensayos sobre crítica literaria. Disponible en internet en: http://www.librosgratisweb.com/pdf/alatorre-antonio/ensayos-sobre-critica-literaria.pdf

sábado, 27 de septiembre de 2008

Shu Ting Jinjiang - La línea de producción

Noche tras noche,
la línea de producción del tiempo.
Luego del trabajo,
nos acercamos a casa
cuando las estrellas se reúnen para cruzar el cielo.
Por encima de una línea de árboles jóvenes.
Las estrellas deben estar exhaustas
luego de milenios
y sin cambios en su itinerario,
y la plenitud, el color,
de los árboles anémicos
maltrechos por el humo de la hulla.

Gabriela Mistral - Manos de obreros

Duras manos parecidas
a moluscos o alimañas;
color de humus o sollamadas
con un sollamo de salamandra,
y tremendamente hermosas
se alcen frescas o caigan cansadas.
Amasa que amasa los barros,
tumba y tumba la piedra ácida
revueltas con nudos de cáñamo
o en algodones avergonzadas,
miradas ni vistas de nadie
sólo de la Tierra mágica.
Parecidas a sus combos
o a sus picos, nunca a su alma;
a veces en ruedas locas,
como el lagarto rebanadas,
y después, Árbol-Adámico
viudo de sus ramas altas.
Las oigo correr telares;
en hornos las miro abrasadas.
El yunque las deja entreabiertas
y el chorro de trigo apuñadas.
Las he visto en bocaminas
y en canteras azuladas.
Remaron por mí en los barcos,
mordiendo las olas malas,
y mi huesa la harán justa
aunque no vieron mi espalda...
A cada verano tejen
linos frescos como el agua.
Después encardan y peinan
el algodón y la lana,
y en las ropas de los niños
y de los héroes, cantan.
Todas duermen de materias
y señales garabateadas.
Padre Zodíaco las toca
con el Toro y la Balanza.
¡Y como, dormidas, siguen
cavando o moliendo caña,
Jesucristo las toma y retiene
entre las suyas hasta el Alba!

Atahualpa Yupanqui - El arriero

En las arenas bailan los remolinos,
el sol juega en el brillo del pedregal,
y prendido a la magia de los caminos,
el arriero va, el arriero va.
Es bandera de niebla su poncho al viento,
lo saludan las flautas del pajonal,
y animando la tropa por esos cerros,
el arriero va, el arriero va.
Las penas y las vaquitas
se van por la misma senda.
Las penas son de nosotros,
las vaquitas son ajenas.
Un degüello de soles muestra la tarde,
se han dormido las luces del pedregal,
y animando la tropa, dale que dale,
el arriero va, el arriero va.
Amalaya la noche traiga un recuerdo
que haga menos peso mi soledad.

Confianzas - Juan Gelman

se sienta a la mesa y escribe
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán
no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos
ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos
«con este poema no tomarás el poder» dice
«con estos versos no harás la Revolución» dice
«ni con miles de versos harás la Revolución» dice
se sienta a la mesa y escribe

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Capítulo 68

Rayuela - Capítulo 68
[Capítulo de novela. Texto completo]
Julio Cortázar

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

FIN